Castellar de Meca
Me resulta muy complicado escoger una ruta que destaque por encima de las demás, pues cada ruta tiene su interés y sobre todo, su momento. Sin embargo en este pasado año 2019 sí que tengo una ruta que señalar por encima de todas y con mucha diferencia (y eso que ha sido andando), pero es que señoras y señores, Castellar de Meca es un tesoro que todos deberíamos conocer y sin duda alguna, visitar en algún momento.
Situada a escasos kilómetros al este de Alpera, ya en la provincia de Valencia, encontramos uno de los recintos íberos más importantes de la península. Se erige en una meseta con una elevación de unos 300 metros desde el suelo del valle, con unos farallones de piedra que la rodean por completo y que hacen imposible el acceso al mismo, a no ser que se tome el camino excavado en la piedra por los íberos en su momento. En aquellos puntos donde fue necesario, sus moradores también plantearon una serie de murallas ciclópeas, lo que hicieron del recinto un oppidum realmente inexpugnable.
La altura de la meseta sobre el nivel del mar es de unos 700 metros, y dado que pertenece a la sierra del Mugrón, sería también importante destacar que en esta sierra también existen una serie de yacimientos de la época del bronce, e incluso anteriores: petroglifos y pinturas rupestres así lo atestiguan.
Los orígenes
Y es que precisamente los primeros habitantes de aquella porción de la sierra pertenecen a la época del Bronce, y estaríamos hablando de un período que abarcaría desde el 2000 a.C. hasta el siglo VI a.C. Si las cuevas de la sierra del Mugrón albergaron personas desde el Paleolítico, no es de extrañar que esta zona se fuera poblando lenta y paulatinamente, abandonando las cuevas por un lugar fácil de defender como lo es esta meseta, y que además preste a sus moradores un importante punto de control del paso por el valle, o lo que es lo mismo, un marcado carácter militar en los inicios de este asentamiento.
Íberos
La ciudad fue creciendo hasta ocupar nada menos que unas 15 hectáreas, una auténtica urbe de primera magnitud para la época en la que estamos hablando, desde ese siglo VI a.C. hasta el siglo II a.C.
Y son los íberos quienes empiezan a darle a la ciudad un aire señaladamente comercial, quienes construyen un paso hasta la cima para que los vehículos cargados de mercancías (cereales, caza, pesca, cerámicas, etcétera) de aquella época pudieran acceder hasta la cima del monte, en la cual tenemos una espectacular red de caminos, de cisternas y de silos que hacen de este emplazamiento, precisamente, un sitio realmente especial.
El acceso por el monte supone una barrera que en algunos momentos supera el 30% de pendiente, lo que supone que un carro tirado por un animal fuera incapaz de acceder en modo alguno a la cima, y es por esto que realizan un acceso excavado en la roca de varios kilómetros, amurallado en muchos momentos: se consigue así permitir el acceso tanto a personas como a mercancías y sin perder en ningún momento la seguridad que da un recinto amurallado de estas características. El otro punto de contacto se encuentra el este, en la unión con el resto de la sierra, y es precisamente ahí donde se construye otra torre defensiva, de la cual aún está visible su base.
Pero el crecimiento de una población tan grande en la parte alta de un monte plantea además otro problema, y sin duda alguna, de una importancia radical: el acceso al agua pues sin ella es imposible que la ciudad pueda sostenerse. La solución que dan es de nuevo realmente sorprendente y eficaz, una red de cisternas (o aljibes) excavados en la roca, interconectados entre sí, con acanaladuras que permitan recoger el agua de la lluvia caída en la zona rocosa y que permita además, llevar el agua sobrante desde un depósito superior a otro inferior.
Sin duda alguna, es esta ciudad toda una obra de ingeniería pre-romana del más alto nivel, y que permitió crecer a todo el emplazamiento de una manera realmente ejemplar. Si unimos además la serie de silos de la parte alta y la red de caminos para la comunicación de todo el emplazamiento, les aseguro que estamos ante un auténtico tesoro.
No sólo esto, una de las consecuencias lógicas de la cantidad de obras realizadas, revela que el emplazamiento debía tener algún tipo de administración, así como alguna figura similar a la comandancia del puesto, que ordenara y llevara a cabo las labores de construcción de todo el recinto.
Romanos
Llegamos al siglo II a.C. y el mundo íbero se romaniza de manera gradual y en un proceso no (demasiado) violento, a diferencia de otras regiones de la península. Sin duda alguna permite permite que la ciudad se conserve, e incluso se construya una nueva torre de origen romano en la parte occidental, pero lo cierto es que poco a poco se va debilitando la población del emplazamiento, y es que la carencia de objetos de esta época nos dice que probablemente sólo existiera con el paso del tiempo una pequeña guarnición en el recinto.
Poblado Medieval
La población fue ocupando los laterales del emplazamiento, por lo tanto, visigodos e islámicos también dejan su huella, sin embargo la apertura de las nuevas rutas comerciales así como la aparición de nuevas ciudades, más seguras y cómodas para el desarrollo, hacen decaer la población hasta el punto de que en el siglo XII d.C. es posible que no quedara casi nadie en la ciudad. Las grandes epidemias posteriores, siglo XIV d.C. acabarían definitivamente con la ciudad.
Es precisamente en esta época, la edad media, cuando toma el nombre de “Ciudad de Meca” o “Ciudad Pelada”. En algún cartel he podido leer "Ciudad de la Meca", pero no, no tiene nada que ver...je je je
El acceso lo haremos desde Alpera, tomando la carretera B-2 (o VV-8711), hasta encontrarnos un camino de tierra perfectamente señalado y en muy buen estado que nos llevará hasta un zona de aparcamiento especialmente preparada.
Dado que se encuentra en una finca privada, hay una serie de indicaciones que nos hacen los dueños del lugar y que son de bastante sentido común...importante, sólo podemos visitar Castellar de Meca los domingos de 9 a 14.
Nos queda un pequeño (y fácil) paseo hasta el monte, momento en el que empiezan las primeras pendientes que aunque no son nada complicadas, al menos hacen que las piernas se vayan tensando un poquito.
Camino Hondo
Se puede visitar el monumento de cualquier manera, faltaría más, pero a mi modo de entender esta ciudad, creo que empezaría siempre por el camino de acceso planteado por los íberos, el "Camino Hondo", pues nos permite acceder al emplazamiento tal y como lo harían los visitantes de aquella época.
Poco a poco va tomando profundidad el canal excavado y vemos como aparecen las rodadas de los carros, que durante siglos han ido excavando los surcos en la roca hasta asemejarse a auténticos raíles.
Accedemos a una zona donde aún quedan restos de una puerta con enormes sillares de piedra por allí diseminados, y es aquí donde el canal de piedra muestra una serie de oquedades en la parte inferior en cada una de las paredes: gracias a estos vanos, podían atravesar troncos de madera e impedir que las carretas pudieran descender en caso de accidente. Además, existe un firme algo irregular en el centro para ayudar al caminar de los animales, pues para las pezuñas es mucho más apropiado si la pendiente es tan elevada.
Podemos encontrar restos de viviendas excavadas en la roca, escaleras y cisternas a lo largo de todo el camino. A destacar el punto donde el camino hace una curva de casi 360º para encarar el final del camino, allí veremos los restos de uno de los emplazamientos defensivos más singulares de todo el recinto, no sólo por su concepción, sino que también por las vistas que tenemos de las sierras circundantes.
La meseta
Continuamos por el camino que dará acceso finalmente a la meseta donde se aloja la ciudad. Aquí nos vamos a seguir encontrando con un entramado de caminos con las rodadas igualmente marcadas, con una serie de depósitos que se supone fueron dedicados al grano, cisternas y algunos restos de viviendas excavadas en la roca.
En la parte que une con el resto de la sierra existe una puerta más, pero en esta ocasión no pudimos dar con ella, la próxima vez será.
Llama la atención en algunos puntos las dobles vías para poder ordenar el tráfico...igual que en la actualidad, es decir, una vía auxiliar a modo de apeadero donde los carros pudieran cruzarse si llevaban direcciones contrarias.
No encontraremos otro tipo de construcción en pie, ni templos, ni administrativos; eso sí, existen una enorme cantidad de restos que atestiguan la enorme importancia que tuvo la ciudad.
Nuestra marcha continúa hacia el oeste hasta llegar a la punta más occidental, desde donde se divisa Alpera y todo el corredor que tenemos en los pies de la sierra. Desde aquí existe un camino de descenso algo más abrupto pero que no presenta demasiada dificultad. Aún podremos encontrar más cisternas y algunas escaleras que nos facilitarán el descenso hasta la fuente que hay al inicio del recorrido.
Aquí os dejo un mapa con los puntos clave de la visita y como no, un buen puñado de fotos en este enlace.
Si queréis un buen artículo sobre el tema, no dejéis de acceder a este enlace: EL CASTELLAR DE MECA: ANATOMÍA DE UN OPPIDUM IBÉRICO
Pd. El Yacimiento fue declarado Monumento Nacional Histórico-Artístico en 1931.
Bueno, bueno amigo..., te has gustado enesta cróncia porque..., más que crónica parece un estudio de investigación y documentación de este poblado.
ResponderEliminarPor cierto, que se conserva muy buen, claro que la roca granítica es lo que tiene, que aguanta lo que no está escrito. Las fotos, como siempre, unidas a las explicaciones y croquis y mapas del lugar, lo dicen todo, nos dan una idea de cómo se vivía en estos poblados y en aquéllas épocas.
Por la zona de Alpera se pueden ver muchas cosas, no sólo ya las pinturas rupestres, sin lo que ya te comenté del Santuario de Belén que, a buen seguro cuando vayas, te va a encatar.
MUY buena crónica muy bien ilustrada. Saludos.
Ya sabes que soy un incondicional de este tipo de emplazamientos, es ver cuatro piedras y se me saltan las lagrimas de la emoción...ja ja ja
ResponderEliminarLo cierto es que este lugar es especial en todos los sentidos: la sierra del Mugrón, las vistas, el valle, las construcciones, los caminos...todo es singular.
Y es que la piedra es así, presta una belleza al lugar que es difícil de repetir...por cierto, roca caliza, que si fuera granito estarían todavía picando...jajajaja
En fin, me quedan por ver varias cosas por allí, por un lado el Santuario que me comentaste, del que ya he empezado a indagar algo, las cuevas de la Vieja donde están las pinturas rupestres, y otro descubrimiento en la sierra del Mugrón, el arco de San Pascual, que tiene un pequeño santuario pero de la época preibera, con sus petroglifos incluidos, claro está...ja ja ja
En fin, que hace falta que todo esto se conozca, que nuestro patrimonio es un tesoro y tenemos que mostrarlo, para aprender de donde venimos y saber que venimos todos del mismo origen, a ver si de paso nos empezamos a respetar, amigo mío.
Bueno, a ver si este fin de semana nos hacemos una buena ruta, que se me ocurren varios destinos.
Un abrazo...Edu